“Todo fue diabólicamente extraño. Ocurrió mientras corregía aquella historia del hombre que una noche se acerca sigilosamente a la cama de la mujer dormida, con un hacha en alto.
Imaginé, de pronto, que el hombre no mataba a la mujer. Se arrepiente, y no mata. El horror consistía, justamente, en eso: él guardará para siempre el secreto de aquel juego; ella dormirá toda su vida junto al hombre que esa noche estuvo a punto de deshacer, a golpes, su luminosa cabeza…”
El fragmento de “Las panteras y el templo” del magnífico escritor argentino Abelardo Castillo (a nosotros nos gusta mucho) es extraordinario reflejo de la tensión que una relación de pareja, en la convivencia, puede suponer. El tipo es, secretamente, un femicida. Ella, quizá, nunca lo sepa. Mejor para ella.
En estas latitudes los hombres son de poco arrepentirse, sobretodo cuando talla el alcohol, y liberan ese machismo histórico, ese viejo patriarcado de tribu, contra sus mujeres. Tanto se repite este impulso criminal que el Estado ha creado normas y agencias específicas de violencia de género para contenerlo. Está en la conciencia general, desde hace muy poco tiempo, lo negativo de estas conductas.
En muchos sectores rurales la relación hombre mujer se parece a las caricaturas prehistóricas del tipo con el garrote arrastrando del pelo a la china. Por caso fue en una finca del Solasuty hace unos ocho años que un jornalero celoso castigó a su mujer a cadenazos. Delante de su pequeña hija.Más acá, en el espacio y el tiempo, en el pueblo de Aguas Blancas el pasado 21 de Junio, un vecino que trabaja en el bagayo, mandó de urgencia al Hospital de Orán a su ex mujer embarazada con un cuchillo clavado en el pecho. Guillermo Cordero quedó prófugo de la Justicia. Tenía antecedentes de violencia. Ya había estado detenido y ella con custodia varios días. En su pieza, subiendo por los fondos de la delegación Policial, secuestraban un rifle 22. Después era que estaba en esta u otra finca, en lo del tío, en Bolivia decían, en el África con Pancho Villa esperando para volver a terminar la revolución en Méjico, en un club de jazz belga tocando el clarinete, jugando al fútbol con el Evo en La Paz, en pocas palabras, nadie sabía. A mes y medio la ex mujer había vuelto a la frontera recuperada y sin perder su bebé. Sobre Cordero aseguraba ignorar todo. Los del GAP, que le andaban detrás, se enteraban que con un cuñado le mandaba una mensualidad. La investigación iba a terminar, volviendo a los libros que no muerden, como el famoso cuento de Edgar Allan Poe (el inventor del relato detectivesco clásico) “La carta robada” que de tan a la vista que estaba nadie la veía, la buscaron en todos los escondites posibles pero a nadie se le ocurrió que estuviera sobre la mesa. Cordero estaba en su casa. Nunca se había ido a ningún lado. Trabajaba de día y volvía a dormir de noche como cualquier cristiano. Un testigo de fiar lo había visto machado. El Viernes 10 de Agosto a las tres y media de la mañana los de homicidios se presentaron para sacarlo de la cama y traerlo a legalidad en el Juzgado de Garantías acusado con cuarenta días de demora de tentativa de homicidio calificado por tratarse de un mujer mediando violencia de género.