“Con la última guerra atómica, la humanidad y la civilización desaparecieron. Toda la tierra fue como un desierto calcinado. En cierta región de Oriente sobrevivió un niño, hijo del piloto de una nave espacial…”
Génesis Marco Denevi
En los tiempos de pandemia nos han parado los pelos cada maldito día con la frase “se activó el protocolo” premonitoria de bomba atómica invisible y de bajar a los refugios antinucleares para ver si sobrevivimos.
Son modos reglamentarios de actuar ante el peligro. Hemos visto esos trajes de astronautas y esas urgencias de encapsular enfermos neoleprosos de la modernidad.
Esta semana además que por el coronavirus se activó el protocolo antisicario, otro mal derivado de las mafias narco, con una mortalidad del cincuenta por ciento si tenemos en cuenta el Juicio que se sigue contra los asesinos contratados por el Coya Rojas de cuyas dos victimas una integra la lista de los recuperados.
Los contagios afectan mayormente a pequeños delincuentes, la población de riesgo. La pandemia no viene de china sino de la frontera liberada hace unos años. Que extendió y agudizó la violencia.
Los brotes y rebrotes nos tienen con el corazón en la boca. Por eso tribunales se militarizó no sea que empiecen a los pistoletazos los sicarios salteños y tucumanos.
Lamentablemente el debate público fue privado siendo la prensa burlada al triste menester de entrar cinco minutos para sacarle fotos a los Jueces.
Solo se reciben los partes de la empleada judicial con libre acceso que tienen para la publicidad.
Queda otra espectacular semana de operativos tipo ataque extraterrestre y luego se adivinan unas cadenas perpetuas a manera de vacunas contra el sicariato.