A partir del gran accidente en la entrada de la ciudad los transportes debieron adaptarse a rigurosas medidas de seguridad. En las unidades una señal inaudible para el oído humano pero que afecta los celulares de inmediato da aviso a la autoridad sobrepasados los diez kilómetros por hora.
De la central de monitoreo deciden con un criterio magnánimo si destruyen el ómnibus con un misil teledirigido o lo conminan a bajar la velocidad con el lógico cambio de chofer en la primera caminera. Tal cual establece la ley vigente el trabajador deberá ser recluído en un retrete de tropa durante 48 horas. De sobrevivir no podrá ejercer a perpetuidad ningún cargo público o privado ni él ni sus hijos ni sus nietos. La pena se estima a favor de la comunidad.
El trayecto Orán Salta cuya duración sea menor a treinta horas recibirá sanciones tal y como se legisló tras el brutal siniestro que duele recordar.