“Declaró que yo no tenía nada que hacer en una sociedad cuyas reglas más esenciales desconocía y que no podía invocar al corazón humano cuyas reacciones elementales ignoraba…”
El extranjero Albert Camus

Estoy acusado de algo y para ahorrarme la mala sangre de un juicio me declaro culpable y arreglo una pena. Tiene que ser acorde a los castigos que el Código Penal establece para mi conducta. O sea si estoy acusado de homicidio la pena tiene que ser entre ocho y veinticinco años, no puede ser seis meses, no te hagas el vivo. ¿De qué la juega el Juez en este trámite sintético?. Lo avala o lo rechaza.

En el caso del asesinato de Ezequiel Tapia (18) ayer estaba todo listo para que los cuatro imputados fueran diez años a la cárcel por homicidio en ocasión de robo. César “Chupa” Saravia (24), Joaquín “Dibu” Miguel (24), Ivan “Pantera” Aguilera (23) y Nelson Parada (24) aceptaron ante el Juez Aldo Primucci la autoría y el castigo.

Dilató el fallo la obligación de escuchar a la familia de la victima, en este caso al padre de Ezequiel (su mamá murió hace once años) el “Urraca” René Gerardo Tapia (62). Lo fueron a buscar. Hoy Primucci se olvidó del asunto y empezó a leer la sentencia. La fiscal lo interrumpió para recordarle que estaba Tapia sentado en la primera banca del público.

Se esperaba lo usual que le pareciera un insulto 10 años para los que mataron a su hijo sin embargo dijo que ya no tenía rencor “yo ya los perdoné a los changos ustedes vean que es conveniente”. Y si eso fue sorprendente Primucci rompió el saco. Rechazó el acuerdo y mandó la causa para que elijan otro Juez y se haga de nuevo. Entendía que no se habían definido bien las responsabilidades en el crimen.

“Portensé bien” les dijo Tapia (un reconocido técnico de fútbol) a los acusados saliendo de la sala. Alguno de ellos, dicen los investigadores, están de garrón. ¿Por qué se declararon culpables y estaban dispuestos a pasar diez años de su vida en la cárcel por algo que no habían cometido?. Es como si todo les diera lo mismo. Puede ser ese atontamiento de la droga o, quizá, que algunos en la cárcel se sientan mejor que en su propia casa. Por fin la droga sirve para eso para evadirse de una realidad insoportable.