“El aguardiente era fuerte y amargo, pero nos calentó. Y nos habríamos tomado otro vaso…”
Aquellos días en Odessa Heinrich Boll
Con el tema drogas no hay que irse tan lejos. Una minucia de 2.478 años atrás Hipócrates el padre de todos los médicos trataba la cuestión de maravillas. Clasificaba las sustancias que consumimos en tres géneros. Las que de sano te mantienen sano las llamaba ALIMENTOS las que de sano te ponen enfermo VENENOS las que de enfermo te devuelven la salud FÁRMACOS. El asunto es que la misma sustancia puede ser un alimento, un veneno o un fármaco (palabra de la que deriva droga) de acuerdo a la dosis, el entorno y otras variables. Es fácil pensar en la marihuana medicinal y la recreativa que el Estado considera un veneno o el magnífico te de hojas de coca y el clorhidrato de cocaína y ni que hablar del coqueo que no te alimenta pero te saca el hambre. Más fácil, el Rivotril o cualquier ansiolítico dosificado y recetado por un médico te cura, si te hacés una jarra loca y mezclas media docena de pastillas con alcohol te puede reventar.
Lo que mata, invariablemente, es la adicción. Los gobiernos menos que en tratar esa patología han apuntado a la represión, tanto, que los muchos defensores de la droga libre en el mundo los acusan de ser adictos a la represión.
Ajenos a estas disquisiciones los agentes públicos hacen su trabajo. En Junio del 2017 los de Drogas peligrosas recibieron quejas de vecinos de barrio Mitre que ya no se podía salir a la calle con tantos drogados sueltos pendientes de robarse algo o de asaltar un desprevenido para surtirse de más base o yerba. Reprochaban que todos sabían menos la Policía que el centro de venta estaba en lo de un tal Luli sobre la Constituyentes al 400.
Lo identificaban Leonardo Daniel Luli Lizondo (24) al que le caían luego de filmaciones y detenciones de clientes recién salidos de su boca de expendio. Estaba con el “Mataco” un menor de la vuelta metido en igual negocio. Secuestraban de sus ropas y la requisa domiciliaria 10 Pacos con 16 gramos de cocaína, un pistola Thunda Bersa 22 y seis balas, a más de rayador, balanza y papelitos cortados para fraccionamiento.
A los dos meses allanaban la casa del “Garrafa” Pablo Adrian Durán en el barrio 20 de Junio, sindicado proveedor de Lizondo, reclutador de campanas y soldaditos amén de repartidor por delivery de los venenos. Tenía seis celulares, dinero, balanza y unos 77 gramos de polvo blancuzco que dió positivo con el narcotest.
En Marzo llegaron a Juicio en la sala II integrado el tribunal por María Laura Toledo, Fabian Fayos y Edgardo Laurenci, prestado de la Sala I. El Miércoles 10 de Abril la sentencia fue cuatro años de prisión efectiva para Lizondo y Durán culpables de tenencia de estupefacientes para comercializar agravado por participar un menor. La Fiscal había pedido siete en los alegatos y a la mamá de uno de los imputados le dio un soponcio que tuvieron que suspender la audiencia.
Llevan un año y diez meses detenidos. Por un revirado afán farmacológico.