A uno le gusta que lo valoren por sus cosas buenas. Nadie va a amar al que tiene olor a pata, predispone mejor ser considerado, atlético y usar polvo pédico. Igual pasa con las ciudades. Los ciudadanos sacamos a relucir sus costados más refulgentes. El Orán de los lapachos en flor, decimos, mi Orán querido, igual que los porteños su Buenos Aires querido y sus cien barrios y la reina del plata. Los costados oscuros de nuestras urbes no los promocionamos, los sufrimos. ¡Oh el Orán de las patotas y los acuchillados! es una descripción poco meritoria y aunque deja un regusto de poesía, resulta letal para el turismo. El Orán de los Corsos es mejor aunque sea un fenómeno cultural estacionario, no permanente, como el de las patotas y los chuceados.

“Tendido en la tierra, fui envuelto por un denso silencio. En aquel momento, unos pasos furtivos se me acercaron. Traté de volver la cabeza, pero ya me envolvía una difusa oscuridad. Una mano invisible retiraba dulcemente el puñal de mi pecho…”
En el bosque     Ryunosuke Akutagawa

No hubo amaneceres alegres en el sector de barrio Caballito bordeando la ruta 50 la penúltima semana de Enero. Más gritos de dolor y sirenas de ambulancia que trinar de pajaritos tras desbandadas masivas de piperos con cuchillos entre los dientes. Clareaba el Miércoles y recogían a dos apuñalados a cuadras de distancia. Uno, identificado como Daniel Machado (18) ingresaba a guardia con un shock hipovolémico grave por una herida de arma blanca penetrante en región abdominal. Un hermano, también herido en la cara, culpaba a un Tal Coya Luis y su patota. Habría inspirado la pelea el mangueo no consentido de un cigarrillo. Dame un cigarro: no tengo capo. Te cago matando.

El Jueves a la madrugada un chico de 15 años salía de otra pelea con un puntazo debajo de la nuca (herida en zona dorsal, interescapular, paravertebral) y volvía a nombrar al tal Coya. La gente de Homicidios lo identificaba y la Brigada detenía al “Coya” Luis Adolfo Pizarro (23) sospechoso del doblete de sangre en un ambiente no apto para personas razonables ni sanas.

La tercera victima en dos noches trágicas, quizá agitadas por los grupos enfrentados a cascote a la salida de los Corsos el primer fin de semana del carnaval, fue el Brian Alvarado Gualpa (18) que estaba viendo una peli en su celular J5 prime negro, con una amiga, en el sector del viejo cartel de Caballito sobre la San Luis, cuando una barra formada por al menos ocho changos de gorra que se hicieron de pasar se le vinieron de atrás sacándole el celular con el recurso doloroso de meterle un filo en el tórax. A traición y con arma. Buenos muchachos.

Venga a vivir y disfrutar los mejores Corsos del país promocionamos los Oranenses.
A vivir, en el mejor de los casos.