“-¿Qué tumba van a visitar? -preguntó-. -La de Carlos Centeno- dijo la mujer. -¿Quién? -Carlos Centeno- repitió la mujer. El padre siguió sin entender. -Es el ladrón que mataron aquí la semana pasada- dijo la mujer en el mismo tono-. Yo soy su madre…”
La siesta del Martes Gabriel Garcia Marquez
Una mujer vivió su día de furia. Fue, en un solo gesto, la mejor y la peor de todas las madres. Esperaba hoy temprano en la puerta de Tribunales que la Policía de Yrigoyen trajera a su hijo, detenido anoche volviendo con una amigo en moto de aquella localidad, por el hurto de un celular. Fue solo bajar de la patrulla que le quiso hacer pagar a cachetazos en vivo y en directo la traición a su lucha de madre y a sus recomendaciones y a sus enseñanzas de lo bueno y lo malo que si no hubieran intervenido los custodios, la gente de seguridad y la femenina del tribunal de Juicio II le dejaba la cara roja a sopapos y no había otra justicia en el mundo más valedera que la de esa mamá herida en donde más podía dolerle. En la honra misma de una familia trabajadora vulnerada por el menos esperado y el más querido de todos.
No podían contenerla, estaba sacada, le gritaba y le sacudía manotazos para que supiera lo que le esperaba cuando volviera a la casa. El suceso generó muchas opiniones a favor de la señora, solidarios con su furia y su dolor sin dar el brazo a torcer con la realidad moderna que los chicos se crían con los celulares y no con los papás, inútiles para corregirlos con algún rigor sin el riesgo de convertirse ellos mismos en delincuentes, sumada la impotencia de hablarles tres días seguidos y que no les escuchen una sola palabra. Aludiendo que ellos también en ese trance le pegarían una formidable cagada a sus hijos para que aprendan sobre la cuestionada idea que nuestros abuelos nos hicieron buenos a cinturonazos y hoy es una anarquía total.
Lo que hay que ver es si el chico cometió o no cometió el hurto. Por lo pronto no les encontraron el celular faltante. Puede ser inocente. Por las dudas y la vergüenza la madre le cobró por adelantado, ciega de rabia y de amor maternal y debe estar llorando todavía. Sufrió como una madre, literalmente. Ojalá el chico valore la mamá que tiene. Muchos delinquen por no tener nadie que se preocupe por ellos.