“Blanca y radiante va la novia
la sigue atrás su novio amante…”
Así empieza una canción de cubano Antonió Machín titulada “La Novia”, famosísima en la década del 50/60 del siglo pasado cantada por el chileno Antonio Prieto, que en otra estrofa dice “frente al altar está llorando todos dirán que es de alegría…”, encaja como anillo al dedo de la casamentera en la unión por civil celebrada estos días en una localidad del departamento entre una travesti o trans como le dicen hoy (antes eran transexuales las que se operaban los genitales de masculino a femenino pero con los géneros derivados a indistintos o autopercibidos ahora son todas las que se definen a si mismas mujeres) y un…y un… y otro “contrayente” que andá a saber como se define, si se siente mujer sería un matrimonio igualitario de tipo lésbico, si por el contrario es lo que parece, sería un matrimonio clásico, solo que la travesti se sienta hombre, con lo que debería definirse como boda homosexual.
Una versión más moderna de La Novia es “Blanca y radiante” de los Meta Guacha de cumbia villera en cuyo estribillo repiten “dicen que me hacés mal que me vas a matar…”, no se entiende bien si se refieren a la cocaína o a una mina, hagamos de cuenta que a una mujer.
Vestidito blanco, es alta, grandota, amiga nuestra, peinada, collarcito plateado, una princesa estaba, el tipo no se había producido, remerita de diario. Emoción al comenzar la lectura del acta por parte del Jefe del registro civil, alrededor un círculo de amigos y parientes embelezados, de testigos serios. Hasta se colaba el trino de los pajarillos. A la novia una lágrima le corría por la mejilla y lo último que podía pasarle por la cabeza era que ese momento sublime se iba a ir a la mierda en los próximos segundos.
Algo debe haber dicho el celestino oficial, algo del rito escrito no le cuajó al novio al que la cara de enamorado se le trastocó a cara de pocos amigos. Se puso nervioso. En las primeras fotos se lo veía espléndido. Hizo problema, que sí que no, se dio media vuelta, caminó decidido hasta el auto, se subió y salió arando. Ni siquiera sacó un pañuelito blanco de despedida por la ventanilla. Enojado. Escándalo total.
La novia lloraba incrédula a medio casar. Matrimonio anulado por huida de consorte, bodas de sangre, ceremonia de capa caída, se alquila alcoba sin uso, luna miel con esposo ausente. No era de alegría que lloraba la prometida, ni era porque secretamente quería a otro como en la canción de Machín. No. Era la desilusión.
¿Habrá sido un súbito arrepentimiento?. Rastrearon la ubicación del celu del prófugo nupcial e iba por Honduras en un camión de inmigrantes rumbo a la frontera de Ciudad Juarez antes que levanten el muro. Repetía el coro de los Meta Guacha “dicen que… me vas a matar”. Blanca y radiante. Pa mi que no vuelve más.