“Desde que lo conozco es así -dijo ella-. Usted debe saber, siempre solo, tan metido para adentro, riéndose de Dios y María Santísima…”
Nombre falso Ricardo Piglia
Hay presos que son de otro mundo. Se la toman con soda. Enjaulado si no usas la cabeza sos un jarrón de vidrio. Entumecido el cuerpo por la restricción ambulatoria el cerebro puede ser la isla desierta en el naufragio. Tu película real es un fracaso insostenible, taquilla cero, entonces te hacés protagonista de un éxito de Hollywood que hayas visto. “Fuga de Alcatraz” ¡qué película!. Estoy a dos kilómetros de la costa, herido, en un mar infectado de tiburones y con carceleros en lancha que me ametrallan a tiros, las balas son una coladera en el agua salada que se me mete en los ojos, me he tragado medio océano, ¡voy a morir!, me salvo. Te reís solo. Tus cumpas tumberos se desatornillan la sien con el dedo. Creen que te volviste loco. Y vos estás en la segunda fila comiendo pochoclo viendote a vos mismo como un héroe del cine. No saben la que se pierden. Déjalos a ellos con los vahos, los olores, los hongos y las pestes del hacinamiento, lo que es yo ahora mismo soy un policía que ha asaltado un Banco para que lo manden al mismo penal en el que cumple condena el asesino de su mujer. ¡Venganza en la cárcel! lo máximo.
El film producido por la Policía provincial con la fuga de los presos de Yrigoyen no estuvo mal. Es la Fuga de la Policía 118 de la saga con un guión similar: al principio la policía parece mala porque se le escapan los presos en malón pero después se vuelve buena porque los recaptura. Convoca un batallón de Samurais suicidas del Japón, una camada de marines retirados de la guerra de Vietnam, diez mil voluntarios descendientes de la orden de los caballeros Templarios, cinco mil sicarios del viejo de la montaña, el GAP, el GUP, con apoyo del PIN y el PON, un operativo conjunto para devolver a las celdas a un quinteto de malvados promocionados como de “altísima peligrosidad”. Al gordo Javier “Moto” Gerez (42) lo pillaron caminando a comprar un sandwich cagado de hambre con una chancleta de una marca y color y la otra de otra marca y color, al “Kiko” Velarde (30) lo sacaron el domingo de su casa. ¿Dónde iba a ir?. El formidable operativo con intensos rastrillajes tardó dos días en darse cuenta. Fotitos de cazadores rodilla a tierra con el león rendido. El final satírico emuló una tira de Netflix. Fue la captura del cuarto alto peligrosísimo sujeto, Enzo Castedo (20), con el que se sacaron una selfie muertos de risa. Era un final feliz para todos.
Espere, espere. Faltaba el epílogo. De lo mejor que ha dado la cinematografía nacional.
Gerez contaba a quien quisiera escucharlo que él no se había escapado, solo estaba trabajando solapado para el gobernador de la provincia que le había abonado trescientos mil dólares para que probara la seguridad de las cárceles policiales, ¿cómo voy a descolgarme yo con mi peso por el ventiluz de la celda?, me fui por la puerta, caminando, fue para demostrarle a mi encumbrado empleador lo fácil que es escaparse de una dependencia, ya me pagó por adelantado. Pero gordo con tanta guita ¿no te compraste un par de chancletas iguales?. Es que la tengo enterrada, declaró con gesto solemne. No está trastornado, como dicen algunos, le puso un poco de soda a la patética y repetida tragicomedia de las evasiones comisariales. Van treinta en el año. Con el informe de Gerez, Urtubey, seguro, va tomar cartas en el asunto.