“A veces escondían comanches en sus habitaciones…”
El levantamiento indio Donald Barthelme
El narcotráfico ha generado una raza de talleristas clandestinos (el término raza es políticamente incorrecto pero útil en este caso) cuyo objetivo son los escondrijos de carrocería para ocultar las sustancias psicoactivas naturales o químicas que fueron prohibidas por la convención de Viena en 1988 fenómeno que se veía venir con las regulaciones de principios de siglo.
No deben quedar lugares vírgenes de cocaína o marihuana en las arquitecturas de los vehículos muchas veces alteradas para el disimulo de la carga.
En las Lajitas, dice un parte publicitario de gendarmería, controlado un auto viajaba con casi treinta kilos de polvo blanco compacto hecho con uno de los catorce alcaloides del principio activo de las hojas de coca aislado por los científicos alemanes a mediados del siglo XIX. Eso fue ayer miércoles.
Habían encajado tipo sardinas en lata los paquetes en los zócalos y huequitos de las cuatro puertas y las ópticas traseras. El chofer que no se informa ni de dónde provenía ni donde vive quedó preso.
Perdió la droga y la plata que le pagó a un narcochapista que resultó medio chambón.