“Oyó las detonaciones o tal vez, vagamente, creyó oírlas…”
Los amigos     Juan José Saer
Esos petardos de media tarde que el domingo la gente de la vieja usina pensó eran un anticipo de las fiestas, la salida a la cancha de un equipo de fútbol, los fuegos artificiales en honor a una Virgen, eran, en realidad, una matraca de balazos que terminaron con la vida de un vecino el “Oreja” César Daniel Martinez (44).

Quedó tendido frente al portón con todo el flanco izquierdo horadado de balas desde el corazón hasta la pierna y apenas hizo el esfuerzo de levantar una mano antes de, al decir de los vecinos, “cortarse”. Lo llevaron al hospital para que el médico dijera que no con la cabeza ante ese cuerpo desinflado y ensangrentado que empujaban en una silla de ruedas.

Que tenía una pulsera y una tobillera con la que controlaban su prisión domiciliaria.

El viernes le había dicho a su abogado que quería cambiar de vida. Arreglar las dos causas penales que le quedaban y dedicarse a negocios lícitos. Dejar el tema narco que si bien hizo de un humilde panadero un potentado lo condenaba a vivir con el alma en la boca.

Cierto. Unos motosicarios con apoyo campana lo acribillaron. Era un destino posible.