“Empiezas con esa mierda y acabas como un pinche borracho de la calle…”
La vida real Donald Ray Pollock
Los vendedores minoristas de paco y porro no ganan un mango. Son gente pobre tentada con un negocio de moneditas para comer. Los piperos no son buena clientela. Con un cien un doscientos o el empeño de celular pedorro robado se llevan sus elixires de olvido.
Una denuncia anónima entró a Drogas Peligrosas el año pasado. Decían que una mujer de barrio Caballito expendía paco a chicos en la puerta de su casa.
En mayo la allanaron. La investigada María Lidia Segundo (43) y su hija Celeste Andrés entregaron 64 polietilenos con pasta base que pesaban algo más de 28 gramos.
Con nueve meses de encierro ambas llegaron para arreglar con un juicio abreviado sus culpas. Consintieron el mínimo de cuatro años de prisión efectiva por comercializar estupefacientes.
El Juez no estuvo de acuerdo con el acuerdo. Ni con sus confesiones.
Les bajó la figura a tenencia simple las condenó a tres años en suspenso y les dio la libertad. Madre e hija no daban crédito a lo que oían.
La experiencia puede servirles. Con la droga ganaron más desdichas que otra cosa.