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10 AÑOS TIENE EL HIJO QUE VIOLÓ 17 LOS QUE VA A PASAR EN LA CÁRCEL

10 AÑOS TIENE EL HIJO QUE VIOLÓ 17 LOS QUE VA A PASAR EN LA CÁRCEL

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Tensas fueron las jornadas del Juicio que se le siguió a Carlos Daniel Ch (37) en la Sala II de Juicio a cargo de Raúl Lopez. Se acusaba al hombre, chofer de colectivos y remisero, de violar a su hijito. Una perversión incestuosa, aumentada.

“Con los chicos no” es el slogan de campaña contra el abuso infantil. Faltaría agregarle algo “y con los tuyos menos”. ¿Cómo hace un nene de diez años para defenderse de su propio padre?. Un enemigo inaudito que incumple el deber natural de protegerlo, de comprenderlo, de enseñarle, de ayudarlo, de cuidarlo, para asumir el rol de borracho bestia humana que le quiere desgarrar la cola a la fuerza. Para un niño, y para un adulto también, es el lugar menos pensado, el ataque paterno.

Desde que a fines de noviembre del año pasado el menor le contó a la abuela y luego a su madre, y luego a la Policía, y luego a una psicóloga en Cámara Gesell, sus desventuras de aquella noche del violador alcoholizado de su misma sangre, la Causa Penal fue recogiendo indicios de verdad inapelables. La médica del CIF peritó los signos de una penetración incompleta con fisuras y borramientos en el anillo esfinterial, los informes del trauma psicológico que significó para la victima, pobrecito, que declaró que ese tipo que le pegaba a su mamá y a sus hermanos, que no les pasaba plata y que le había hecho eso “ya no existe” dijo.

Y no se necesitaba tanta prueba científica ni ocho cuartos que no fuera el pedido de perdón del imputado a su familia unas horas más tarde del desastre. Confesión que primero se tradujo en la fiscalía como que no se acordaba de nada y luego en la ampliación del Juicio que era todo mentira. Y era todo mentira, PERO LO QUE DECÍA ÉL PARA SALVARSE con una actuación de llanto tan creíble como una vaca volando o un perro vocalizando la Traviata de Verdi, pero no fue eso lo más indignante, después de todo la ley le permitía bolacear a gusto, lo peor fue una bajeza de acusaciones contra la mujer, de la que dijo sucesivamente, que se había separado, que no se había separado, que se había separado pero vuelto a juntar, que nunca se había separado y era un marido fiel que cumplía con sus deberes enfrentando a un pérfida que le llevaba el amante a la casa y que le robaba la plata y que no sé cuantas iniquidades más, que por respeto a la madre de sus hijos, aún cuando hubiera sido una milésima parte cierta (que no lo era), una nobleza elemental de hombre exigía callarla. ¿Qué nobleza se le puede pedir a un sujeto que viola a su hijo pequeño?.

Niño que como bien alegaron la Fiscal Soledad Filtrín de Violencia de género y la querellante Liliana Ramos del ministerio público y la defensora de menores Gladys Reynoso, ya nunca más va a ser el mismo. El ser que lo engendró le quitó de lleno la posibilidad de ser feliz, se la cortó, se la sesgó, con su conducta pedófila.

Defendió a Ch el abogado Ramón Saldaño, que pidó desalojaran el pasillo porque desde la ventana le gritaban ¿cómo podés defender a ese degenerado?, anécdota que pinta el ambiente crispado en el que se desarrolló el debate. Saldaño estaba trabajando, no se lo merecía, la garantía de defensa en Juicio está en la Constitución. Pero había bronca e indignación.

También en la familia de Ch contra la de la ex esposa a la que le endigaban haber armado el entuerto para sacarlo de la casa. Para ellos era un buen hombre que había caído en manos de una bruja.

A su turno entendiendo que se había reunido evidencia para considerar con certeza que el acusado era culpable de abuso sexual con acceso carnal calificado por el vínculo, la fiscal pidió quince años, la querellante y la asesora, diecisiete con más el quite de la paternidad. Para Saldaño la duda debía absolverlo por un médico perito de parte que cuestionó el informe oficial con el argumento que si a esa edad lo hubiera penetrado el adulto, el chico se habría muerto de dolor por desgarramiento.

Estuvo cuatro días internada la criatura. Su relato, a su edad, era contundente. Habló que el papá llegó borracho “tipo drogado”, que era la primera vez que le hacía, que le tapó la boca, le puso una colcha encima y se colocó detrás, QUE LE DOLIÓ, que le dijo “vos le decís a tu mamá y yo te voy a pegar”, una amenaza más que suficiente para un niño de diez años.

Nosotros que hacemos periodismo con nombre y apellido, ni sujetos, ni zutanos, ni individuos, bajo la norma que lo que nosotros sabemos lo compartimos con nuestros lectores, nos salimos de la vaina para ponerle la cara y la filiación en primer plano, no lo hacemos por el chiquito, pobre que no tuvo la culpa de un padre así y que ahora puedan señalarlo y hacerle más daño que el que ya le hicieron, no nos lo perdonaríamos. Aún con la anuencia de la madre. Que la tuvimos. No es que seamos cómplices del ocultamiento de un violador, eso nos pega en el ojo izquierdo, no trabajamos para ocultar sino para revelar. Queda entre nosotros. Un poco disimulado por un niño inocente. Disculpas.

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