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SECRETOS MORBOSOS EN LA CELDA DE SAN LA MUERTE

SECRETOS MORBOSOS EN LA CELDA DE SAN LA MUERTE

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La barca del Dante pintura Eugene Delacroix

“Tras vuestros daños vendrá el llanto originado por un justo castigo…”
Dante

“…Abandona la esperanza si entras aquí” concluye la inscripción en la puerta del infierno según imaginó el Dante Alighieri en su “Divina comedia” ocho siglos atrás. La frase encajaría perfectamente en el ingreso enrejado a las celdas de la Comisaría 22 (o de cualquier jaula de hombres) cuyos sórdidos secretos salieron a la luz estos días con la condena a 12 años extras de reclusión para seis presos que violaron a otros dos, ambos, a su vez, acusados de violación. Una conducta paradojal. Hacerles beber de su propio veneno a los aborrecidos guasos convirtió a los verdugos en aborrecidos guasos, pasibles de recibir el mismo castigo rejas adentro. Las leyes tumberas no son fruto del desarrollo del pensamiento filosófico, más bien del resentimiento, de la impotencia, de la bestialidad.


El sexteto es la primera camada de las dos que están para Juicio por los mismos procederes. Un quinteto espera turno por la violación, en Agosto, de un detenido en los claustros de la Comisaría 20.


En Yrigoyen, igual que en Pichanal, o en Aguas Blancas, los confinados se distribuyen en dos calabozos enfrentados, cada uno con su baño, que tienen un pasillo o patio que los comunica, cerrado con una estructura de barrotes hasta el techo, con la oficina del cabo de guardia y un centinela del lado de afuera.
Para Mayo del año pasado los pesados ocupaban la celda de San La Muerte al fondo y los otros la celda Evangélica, que es el culto de lavar culpas con más arraigo entre los abusadores.
Dos de ellos denunciaron que desde hacía meses venían siendo las mujercitas de los del fondo, obligados a limpiarles la celda, a lavarles la ropa, a darles la comida que le traían sus parientes, a succionarles el pene, a hacer de perros con una soga al cuello con la que los paseaban por el baño como si fueran Susanos Gimenez con sus Yorkshires blancos y diminutos, sin darles cariño sino patadas y garrotazos con un palo de haragán, amenazados para que desnudaran su trasero y ser penetrados en fila, o para que se lo pasara por la cara uno al otro, en medio de las risotadas grotescas y las promesas de masacres familiares al que se le ocurriera chistar. Eso cada madrugada de cada uno de los incontables días que los despertaban para torturarlos.
Cuando los denunciados fueron reubicados, antes de partir les robaron todas las biblias a los evangelios para hacer lo que llaman “carpa”, hacerse pasar por evangelistas buenos para que otros más pesados no les peguen en los nuevos destinos carcelarios.

Quintana

Las victimas, hoy día cumpliendo condena por abuso sexual, el de 22 contra una chica de 19 y el de 43 contra su hijastra de 7, eran de Pichanal, igual que sus verdugos, todos “gatos” o sea ladrones y asaltantes de una casta que se adivina en el Face de uno: “Entre reja me criee a balaso yo morire…”. Gente metida en el alcohol y otras drogas de niños, abandonados, con escasa o nula escuela, violentos, formados en la calle y en los patíbulos, puestos a delinquir exageradamente temprano.

Abuelo Fazola

Para muestra sobra un botón.
El historial de Cristian Carlos Gabriel Fazola (20) alias “Abuelo”, el que, con la nueva condena sumó 20 años de prisión, es espejo de los otros cumpas de San La Muerte Javier Maximiliano Colodro (27) condenado por homicidio siendo menor de edad, Cristian David Colodro (21) con 6 meses flamantes por violación de domicilio y condena anterior de 8, Gastón Alexis Quintana (23) con causa de robo calificado, José Abraham Chauri (28) reincidente que en Noviembre del 2013 asaltó con una tumbera a un changuero que iba a trabajar y el “Sapito” Isaac Enrique Rojas (19), su socio de andanzas condenado a 5 años por haber robado juntos a punta de cuchillo a un preventista en Julio del 2016.


El Abuelo se va a hacer abuelo enclaustrado. QUE A LOS VEINTE AÑOS SUME OTROS VEINTE Y UN MES DE PRISIÓN NO ES GRATUITO. A los 12 años empezó su carrera criminal. Empezó su infierno. En el 2012 con 14 años lo detuvieron con otros dos motochorros tras un raid de 3 asaltos con arma en Pichanal e Yrigoyen. Era inimputable por la edad. Ya antes se lo vinculó a un homicidio. El 21 de Julio del 2014 lo procesaron por amenazas con arma y en Noviembre por tentativa de robo, al año siguiente por robo y robo con arma impropia. En Junio del 2016, con 17, fue condenado en menores a 3 años condicional y reglas de conducta. No las cumplió. Al mes asaltó al preventista con el “Sapito”. En Junio del 2017 sumó la segunda condena por robo con arma y lesiones leves que, con la anterior, se unificó en ocho años y un mes. Sumados los doce nuevos se lleva dos décadas de sanción. Terminó como tenía que terminar por sus conductas. MAL. Maduraron de dañosas a perversas y de perversas a pervertidas.


En el infierno literario del Dante el sexteto de reos ocuparía el séptimo recinto del octavo círculo donde los ladrones son mordidos por serpientes y sufren el fuego que escupe el centauro Caco (hay un martirio más interesante que es robarle al ladrón su propia identidad para que no sea nadie) y en el segundo círculo, el de la lujuria.

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