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CASO MARIELA CAPÍTULO CUATRO

CASO MARIELA CAPÍTULO CUATRO

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“…Hubo un rato, cuando ví que no se aliviaba con mi remedio, en que yo también le ayudé a llorar con mis ojos todo lo que pude…”
Macario            Juan Rulfo

“Es un caso tan increíble, tan triste, que ni quiero enterarme, ni pregunto, solo sé que no hay nada, estamos a fojas cero…” el comentario de un suboficial de la Unidad regional expresa la realidad actual del caso. Sin embargo una hipótesis policial enfrentada con las hipótesis del juzgado responsabiliza a una persona concreta. La versión, creíble por los padres de Mariela, indica que el culpable sería Angel Horacio Figueroa alias “El Negro” ex sereno de una finca vecina al barrio Aeroparque y actualmente radicado en un rancho distante cien metros en línea recta del lugar donde abandonaron el cadáver. Con antecedentes de demencia y delirios persecutorios “los espíritus me persiguen”. Ex colaborador de los militares en la represión de la guerrilla en Tucumán. Acusado de la muerte de su esposa por incineración y varias veces detenido.
Para incriminar a este sujeto es necesario recordar la versión del vecino Mora que mintió en cuanto al reconocimiento de la persona pero no en cuanto a su visión del hecho. Sostiene su argumento el aporte testimonial de otro vecino que acertó a pasar casualmente. Mora ve en la mitad de la calle a un hombre que golpea una mujer que está en el piso, no lo reconoce y observa una bicicleta cerca. Continúa aterrado su camino pero da vuelta a la manzana y regresa para ver qué ha pasado. En el lugar solo hay un charco de sangre, el hombre y la chica han desaparecido. Mora piensa que la joven debe estar entre la maleza del baldío frente al cual vio el siniestro espectáculo. En ese momento pasa otro vecino, Mora le cuenta lo que vio y ambos se ponen a buscar el cuerpo entre la espesa vegetación del terreno (Beltrán y Lavalle). No encuentran nada.

Todavía hay un baldío en Lavalle y Beltrán no con los árboles y la vegetación de 1996

El asesino escapó en los tres o cuatro minutos que tardó Mora en dar la vuelta.
Quizá cargó el cuerpo inconsciente de Mariela, montó en la bicicleta y, lo más probable, recorrió una cuadra al sur, es decir por Fray Luis Beltrán, para internarse en la zona de fincas y monte. Eso explicaría que la gente de Campo Chico no haya visto nada. No vieron nada porque nadie pasó por allí.
Este hombre habría concluido su macabra tarea en su casilla, o cerca de ella, y luego recorrió por el monte lo que lo separa del lugar donde unas horas después se hallaría a Mariela.
Entre los militares del proceso circulaba lo que se llamó el “dos por uno” con el que se indicaba el modo de enterrar a los guerrilleros, dos por fosa y desnudos para que quepan.

Opiniones del psiquiatra Roberto Mateo

Hasta aquí es esta una especulación verosímil pero resulta necesario agregar otros datos. En las primeras pesquisas se tomó conocimiento de otras agresiones a mujeres del barrio muy cerca del lugar aparente donde Mariela fue atacada. Se estableció una secuencia donde cada tres meses se verificó una agresión. La primera, seis meses antes del crimen y con denuncia presentada, fue a una cuadra de su casa por calle Constituyentes. Un hombre con el rostro cubierto atacó a una señora golpeándola con un fierro de punta plana. El individuo se movilizaba en bicicleta. Después de desvestir a la victima y arrojarla al piso no siguió adelante con el evidente propósito de violarla, y huyó. Eran las siete de la mañana.

A tres meses de este hecho una chica se trasladaba en bicicleta, seis de la mañana, por calle Nahuel Huapí (paralela a Fray Luis Beltrán). Es operadora de una radio del barrio. Al llegar a pasaje Avellaneda siente que alguien la persigue, lo siente a centímetros y en ese momento recibe una pedrada en la base del cráneo. Cae. Pierde unos segundos el conocimiento y cuando lo recobra ve al agresor frente a frente reconociendo la cara extraviada del loco Figueroa. Corre y logra entrar en la casa de una familia amiga. El agresor, que no le dirige la palabra, desaparece. Este relato llega a la Policía en Febrero. Se procede a la detención del sospechoso mediante un operativo en el que numerosos efectivos rastrillan la zona. En la casilla de Figueroa se encuentran una bicicleta, un fierro plano doblado en la punta con terminación filosa, y, dentro de un bolso, cuidadosamente doblado, el recorte del diario donde se daba por resuelto el caso con la aprensión de Yakemil.

Estos datos le dan sustancia a la sospecha pero resultaron desestimados por el Juez que liberó a Figueroa. Se basa en que la violación reiterada por ambas vías no pudo ser perpetrada por una sola persona. Aquí nos llegaron dos interpretaciones policiales, la primera habla de la fortaleza de Figueroa, “es puro músculo” dicen, y un hombre todavía joven (44/45 años). La segunda supone que las pericias médicas fueron muy deficientes y que la victima no fue violada. Para reforzar esto esgrimen el hecho que no se tomaron muestras, ni hay análisis alguno, ni comprobación de la presencia de semen en la exploración de las cavidades anal y vaginal. Además, el semen, de existir, hubiera sido una prueba conclusiva. Hay que decir que en la segunda autopsia ordenada el 9 de Diciembre por Blanco, fue imposible realizar esos estudios.

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